La escarola es una verdura de bajo poder calórico (solamente 24 Kcal por cada 100 gr), como la mayoría de verduras, esto es debido a su bajo contenido en nutrientes energéticos. Su contenido en hidratos de carbono es muy bajo, unos 3 gramos por 100gr de porción comestible, y el de lípidos es prácticamente inexistente, y es muy rica en agua. De hecho, cerca de un 95% de su composición es agua, de ahí que sea un alimento ligero pero saciante por su contenido en fibra.
Las hojas de la escarola son ligeramente amargas, nacen del cuello de la planta y están divididas en segmentos estrechos y retorcidos y sus extremos son muy dentados. “Los principios amargos que encontramos en sus hojas llamada intibina, estimulan el apetito, favorecen la digestión.
Resulta aconsejable el consumo de escarola para aquellas personas que padecen trastornos de la vesícula biliar, hígado perezoso, dispepsia, pérdida del apetito etc.
“Las vitaminas a destacar son la vitamina C, y las vitaminas del grupo B destacando principalmente los folatos.
Los folatos son el ácido fólico natural y intervienen en la producción de glóbulos rojos y blancos, en la síntesis de material genético y en la formación de anticuerpos. Por lo tanto, es muy recomendable el consumo de escarola para las mujeres embarazadas, ya que la deficiencia de folatos durante las primeras semanas de gestación puede provocar en el futuro bebé defectos del tubo neural como la espina bífida o la anencefalia.
Por su peculiar sabor se puede mezclar perfectamente con un sinfín de ingredientes y aliñarla con aceite de oliva, ajo, vinagre, sal o, en su defecto, con salsas.
En Aragón, se prepara con granada.
Una de las recetas de escarola más conocidas, sobre todo en Catalunya, es el Xató, una ensalada de escarola, bacalao, anchoas y salsa romesco.
También podemos incluir la escarola en aperitivos, cremas, purés o sándwiches.